Crónicas del ecoparque. Capítulo II: Camarera, camarera. Tú eres la camarera de mi amor

¡En qué momento se nos ocurriría hacer la senda 1! Con el hambre que teníamos todos, nos pusimos a preparar la lumbre para hacer brasas y poder asar la comida que habíamos comprado. Para hacer una buena lumbre siempre tienes que escuchar el típico comentario:"Métele un palico por ese hueco" "¡¡¡ten cuidao que la vas ahogar!!!". Si no los escuchas, no es una lumbre en condiciones.

Mientras tanto, habíamos preparado un aperitivo para mantener la espera pero como la planificación no fue buena del todo, pues el aperitivo se había terminado en cuestión de minutos mientras que los palos ardían y ardían y sin rastro de brasas. Menos mal que en Cehegín hay siempre un bar cerca y en el ecoparque no puede faltar. Unas patatas con ajo, seis concretamente no doce, un bote de olivas nos hizo la espera un poco más llevadera. Una vez lista la comida fue visto y no visto. ¡Teníamos mucha hambre!

Lo mejor vino después. Nos tomamos un café y una cosa llevó a la otra. Que si gin tonic, la guitarra, la armadura de pegaso (cajón flamenco), canciones, ... La gente que llegaba veía que en el chiringuito había ambiente y se asomaba con curiosidad. A media tarde tuvimos una visita inesperada, la familia de Jancker al completo. Ellos también se unieron a la fiesta.

No se en qué momento ni quién fue pero alguien dijo esa frase que a todo hombre le toca en su orgullo: "¿A que no hay huevos a quedarse a dormir esta noche?". Como había ido la tarde parecía que estábamos dispuestos a todo y después de preguntar a los monitores y de reflexionarlo un momento muy pequeño decidimos que nos quedábamos a dormir.

Así transcurrió la tarde hasta que se hizo la hora de subir a Cehegín a por la cena y las cosas para dormir y pasar la noche. Una noche que contaremos en el siguiente capítulo.