Como todos los grandes héroes, nuestro compañero se consagró en su Ópera Prima: en su primera batalla gano el el reconocimiento y el respeto de toda una familia que le daba la bienvenida.
Aquella noche del 8 de Septiembre de 2008, me propuse, como miembro fundador y firme creyente en la cultura del noviciado como catalizador para la integración en una comunidad, desbordar de licores espirituosos al recién llegado, retándolo y acompañándolo en a cada cuál más largo trago. Cayeron los vasos como caen los cartuchos en una larga cacería y allí andabamos los dos, en nuestro particular torneo, bebiendo, más por hacer aquel momento eterno, que por paliar la sed, ya de sobra saciada.
En parte conseguimos el objetivo, puesto que aquella noche el grito ¡Que beba el novato!, seguido de un largo trago que agotara un recién llenado vaso, fue el protagonista. Y no sólo por las proezas de nuestro nuevo casetero: éste se propagó entre todos los demás antiguos, y especialmente en mí, emulando las hazañas que llevaba a cabo el joven aspirante en su bizarro alarde. Dudo mucho que ni él ni yo recordemos si fueron muchas o pocas horas las que pasaron, puesto que el tiempo(y, sobre todo, la resaca), se encargó de borrar de nuestra memoria los detalles de esa noche. Sólo recuerdo una lenta, pero muy divertida, procesión en busca de un lugar donde poder apoyarnos, lejos del bullicio, propio de la primera noche de fiestas, y finalmente, un poco poético final en el que nuestros estómagos se encargaron de equilibrar la balaza de la digestión, a costa por supuesto de un regusto a bilis, ácidos gástricos y sobre todo, proeza y amistad.
Sólo añadiré unas palabras extaídas de El Buscón que utilizamos en la Ilustrísima para ocasiones como ésta:
¡Viva el compañero, y que sea admitido en nuestra amistad.Goce de las preeminencias de antiguo. Pueda tener sarna, andar manchado y padecer la hambre que todos!
2 comentarios:
Grande nano se me ha llenado el corazón de gozo a escuchar estas palabras.
Mañana ilustraré esta historia
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